
Nos obligó a aceptar que pertenecemos al reino animal.¿Qué queremos significar con esto? Que la diferenciación que hacemos entre humanos y animales no es correcta. El término "humano" no se contrapone al termino "animal", por cuanto nosotros SOMOS “ANIMALES HUMANOS”. Por tanto, para mantener el espíritu de las corrientes filosóficas más avanzadas, cada vez que se utilice el vocablo ‘animales’, estaré refiriéndome a los ANIMALES NO-HUMANOS.

De hecho, parafraseando a Priscilla Cohn, "un ser humano y un chimpancé son más afines entre sí que, por ejemplo, un perro y un cocodrilo". Así, al hablar de "hombres" y "animales" caemos en una TRAMPA LINGÜÍSTICA, porque reforzamos la noción de que el hombre no es un animal.
Desde luego, la actitud de nuestra sociedad hacia los animales se basa en un prejuicio, al que Richard Ryder denominó ESPECIEÍSMO (speciesism, en inglés), término comparable, en el caso de los animales, al de RACISMO o SEXISMO, en el caso de los humanos.
Así como el "RACISMO" fue el que condujo a los ESCLAVISTAS BLANCOS a no tomar en consideración los intereses de los negros, el ESPECIEÍSMO, que es el prejuicio soberbio basado en la especie, hace que el hombre, en tanto que especie humana, se crea privilegiado respecto a las demás, poseedor de unos derechos que éstas ni tienen ni pueden tener.

Hasta un animal tan despreciado como el GUSANO DE TIERRA segrega ‘encefalinas’ y ‘endorfinas beta’, sustancias opiáceas que el cerebro segrega para bloquear las sensaciones de dolor, exactamente igual como ocurre a los humanos.

Los animales poseen unos derechos morales básicos. Puesto que estoy hablando de DERECHOS, justo es decir que hay quienes piensan que los derechos implican deberes, y si a los animales no se les puede exigir deberes, tampoco se les puede otorgar derechos. Ahora bien, para ser consecuentes, hemos de reconocer que los animales no son los únicos ‘discapacitados’ para asumir deberes. Tampoco pueden asumirlos los disminuidos psíquicos, los autistas, los que están en coma, las víctimas de demencia senil, los bebés y niños pequeños, etc... Sin embargo, les otorgamos derechos morales. Entonces, ¿qué argumento, que no esté basado en el prejuicio, puede negárselos a los animales?

Y si aún hay quien piense que los animales no poseen derechos... que lo considere en el sentido opuesto, es decir, que tenemos DEBERES hacia ellos, como el deber de no torturarlos, de no oprimirlos, proporcionarles bienestar, etc. ¿Está este concepto más en armonía con las convicciones del auditorio? Pues bien, en el momento en que reconozco que tengo unos ‘deberes’, indirectamente he reconocido en otros seres la posesión de unos ‘derechos’.
No obstante, si el concepto de ‘derechos’ es excesivo para algunos, existe un concepto mucho más suave, pero no por ello menos efectivo: los INTERESES.
De acuerdo con la filosofía de la moral, los intereses primarios siempre han de ser antepuestos a los intereses secundarios. Si existe un conflicto entre ambos intereses, ha de primar el interés primario, el interés vital.
He aquí dos ejemplos que ilustran este concepto:
El interés del taurino es secundario, supeditado al interés primario del toro, porque al toro se le arranca inicuamente la vida entre tormentos.
Los propios seres humanos extraemos beneficios profundos de incluir a los animales en nuestra COMUNIDAD MORAL, y es que la compasión enriquece nuestra sensibilidad moral.

Los franceses ya han descubierto que la negrura de la piel no es una razón por la que un ser humano pueda ser abandonado sin remisión al capricho de su torturador. Quizá llegue el día en que se reconozca que el número de patas, la vellosidad de la piel, o la terminación de hueso sacro, son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible al mismo destino. ¿Qué otra cosa debiera trazar el límite insuperable? ¿Acaso la facultad de razonar, o tal vez la facultad del lenguaje? Pero un caballo adulto, o un perro, es, más allá de toda comparación, un animal más racional, y con el que es más posible comunicarse, que un niño de un día, de una semana, o incluso de un mes.
Supongamos, sin embargo, que fuese de otra manera, ¿cuál sería la diferencia? LA PREGUNTA NO ES: ¿PUEDEN RAZONAR?, NI: ¿PUEDEN HABLAR?, SINO: ¿PUEDEN SUFRIR?"En verdad, ES LA CAPACIDAD PARA EL SUFRIMIENTO la que introduce al mundo animal al ámbito de los derechos.
charla en el ATENEO DE MADRID, el 24 de abril de 1996,por el presidente de ANPBA, Alfonso Chillerón.
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