derechos e intereses de los animales

Hace tiempo que el hombre dejó de ser considerado el "rey de la creación". El ser humano ha recibido constantes golpes en su egocentrismo, asestados por la propia ciencia que él creó. Así, por ejemplo, la Astronomía nos enseñó que el Universo no gira alrededor de la tierra, y de considerarnos "el ombligo" del mismo, fuimos a parar a uno de los "arrabales" de una galaxia perdida entre millones de ellas. También la Biología nos golpeó de lleno en nuestro antropocentrismo.

Nos obligó a aceptar que pertenecemos al reino animal.¿Qué queremos significar con esto? Que la diferenciación que hacemos entre humanos y animales no es correcta. El término "humano" no se contrapone al termino "animal", por cuanto nosotros SOMOS “ANIMALES HUMANOS”. Por tanto, para mantener el espíritu de las corrientes filosóficas más avanzadas, cada vez que se utilice el vocablo ‘animales’, estaré refiriéndome a los ANIMALES NO-HUMANOS.

Para hacernos una idea de hasta qué punto el ser humano constituye una unidad indivisible con el resto de los animales, quisiera traer a colación los recientes estudios sobre el ADN (material genético) de los humanos y otros primates. La conclusión, según Jared Diamond, catedrático de fisiología, y de otros especialistas en Genética y Biología molecular, fue, textualmente la siguiente: "El pariente más próximo del chimpancé, el que más material genético comparte con él, no es el gorila, sino el ser humano".

De hecho, parafraseando a Priscilla Cohn, "un ser humano y un chimpancé son más afines entre sí que, por ejemplo, un perro y un cocodrilo". Así, al hablar de "hombres" y "animales" caemos en una TRAMPA LINGÜÍSTICA, porque reforzamos la noción de que el hombre no es un animal.

Desde luego, la actitud de nuestra sociedad hacia los animales se basa en un prejuicio, al que Richard Ryder denominó ESPECIEÍSMO (speciesism, en inglés), término comparable, en el caso de los animales, al de RACISMO o SEXISMO, en el caso de los humanos.

Así como el "RACISMO" fue el que condujo a los ESCLAVISTAS BLANCOS a no tomar en consideración los intereses de los negros, el ESPECIEÍSMO, que es el prejuicio soberbio basado en la especie, hace que el hombre, en tanto que especie humana, se crea privilegiado respecto a las demás, poseedor de unos derechos que éstas ni tienen ni pueden tener.

Sin embargo, a través de la observación inferimos que LOS ANIMALES POSEEN INTERESES, los cuales derivan de su condición de seres sintientes, o seres sensibles. Atrás quedaron aquellos oscuros tiempos cartesianos y mecanicistas en que, según testimonios escritos, los científicos que experimentaban con animales los consideraban como relojes, y sus chillidos como el sonido de un muelle al tocarlo, negándoles incluso la sensibilidad. Lo cierto es que poseen una asombrosa capacidad para el sufrimiento y el dolor.

Hasta un animal tan despreciado como el GUSANO DE TIERRA segrega ‘encefalinas’ y ‘endorfinas beta’, sustancias opiáceas que el cerebro segrega para bloquear las sensaciones de dolor, exactamente igual como ocurre a los humanos.

Pues bien, si por experiencia propia sabemos que el sufrir es una manifestación de sensibilidad, y que, si un ser sufre, no existe justificación moral alguna para negarnos a tener en cuenta su sufrimiento, entonces, la capacidad de los animales para experimentar placer, dolor y sufrimiento, nos obliga a reconocerlos como SERES DIGNOS DE CONSIDERACIÓN, nos obliga a considerar su status moral, y esta es la idea que se designa con la expresión "derechos de los animales".

Los animales poseen unos derechos morales básicos. Puesto que estoy hablando de DERECHOS, justo es decir que hay quienes piensan que los derechos implican deberes, y si a los animales no se les puede exigir deberes, tampoco se les puede otorgar derechos. Ahora bien, para ser consecuentes, hemos de reconocer que los animales no son los únicos ‘discapacitados’ para asumir deberes. Tampoco pueden asumirlos los disminuidos psíquicos, los autistas, los que están en coma, las víctimas de demencia senil, los bebés y niños pequeños, etc... Sin embargo, les otorgamos derechos morales. Entonces, ¿qué argumento, que no esté basado en el prejuicio, puede negárselos a los animales?

Si un HUMANO tiene el derecho de NO SER TORTURADO, a causa de las sensaciones de dolor y espanto que dicha tortura conlleva, ¿sería justo negarle a un animal ese derecho, máxime cuando sabemos que en él se producen idénticas sensaciones? Si un NIÑO tiene derecho A NO SER EXPLOTADO... ¿qué base razonable, científica y justa, nos permite concluir que es un derecho del que carece el animal?

Y si aún hay quien piense que los animales no poseen derechos... que lo considere en el sentido opuesto, es decir, que tenemos DEBERES hacia ellos, como el deber de no torturarlos, de no oprimirlos, proporcionarles bienestar, etc. ¿Está este concepto más en armonía con las convicciones del auditorio? Pues bien, en el momento en que reconozco que tengo unos ‘deberes’, indirectamente he reconocido en otros seres la posesión de unos ‘derechos’.

No obstante, si el concepto de ‘derechos’ es excesivo para algunos, existe un concepto mucho más suave, pero no por ello menos efectivo: los INTERESES.

De acuerdo con la filosofía de la moral, los intereses primarios siempre han de ser antepuestos a los intereses secundarios. Si existe un conflicto entre ambos intereses, ha de primar el interés primario, el interés vital.




He aquí dos ejemplos que ilustran este concepto:




Los animales poseen el derecho moral a que sus intereses primarios se antepongan a nuestros intereses secundarios. Me explico. El interés de los conejos de que no les revienten los ojos para experimentar en ellos productos cosméticos es un interés primario, vital para ellos, y, por tanto, está antepuesto al interés secundario del ser humano a usar cremas resultantes de un inmenso dolor simplemente para tener un cutis más radiante. O, también, es un interés primario para el toro el que no se le torture hasta morir, para que otros deriven de su lidia una supuesta satisfacción o ‘emoción estética’.

El interés del taurino es secundario, supeditado al interés primario del toro, porque al toro se le arranca inicuamente la vida entre tormentos.

Los propios seres humanos extraemos beneficios profundos de incluir a los animales en nuestra COMUNIDAD MORAL, y es que la compasión enriquece nuestra sensibilidad moral.

Aquí resulta imposible no citar a Jeremy Bentham, quien, en 1879, cuando Francia acababa de abolir la esclavitud, dijo en su obra “An Introduction to the Principles of Morals and Legislation” (Introducción a los Principios de la Moral y la Legislación), refiriéndose a los animales:"Puede que llegue el día en que el resto de la creación animal recupere los derechos que nunca le hubieran sido arrebatados salvo por la mano de la tiranía.

Los franceses ya han descubierto que la negrura de la piel no es una razón por la que un ser humano pueda ser abandonado sin remisión al capricho de su torturador. Quizá llegue el día en que se reconozca que el número de patas, la vellosidad de la piel, o la terminación de hueso sacro, son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible al mismo destino. ¿Qué otra cosa debiera trazar el límite insuperable? ¿Acaso la facultad de razonar, o tal vez la facultad del lenguaje? Pero un caballo adulto, o un perro, es, más allá de toda comparación, un animal más racional, y con el que es más posible comunicarse, que un niño de un día, de una semana, o incluso de un mes.

Supongamos, sin embargo, que fuese de otra manera, ¿cuál sería la diferencia? LA PREGUNTA NO ES: ¿PUEDEN RAZONAR?, NI: ¿PUEDEN HABLAR?, SINO: ¿PUEDEN SUFRIR?"En verdad, ES LA CAPACIDAD PARA EL SUFRIMIENTO la que introduce al mundo animal al ámbito de los derechos.


charla en el ATENEO DE MADRID, el 24 de abril de 1996,por el presidente de ANPBA, Alfonso Chillerón.

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